sábado, 25 de junio de 2011

EL VIAJE DE MI VIDA


EL VIAJE DE MI VIDA                                            
                                         
            Tenía la cabeza apoyada en el cristal, estaba cansada, me costaba mantener los ojos abiertos, pues todo el día habíamos estado jugando. “ Esos niños me han enseñado muchas cosas” -pensé-.
            Todo comenzó el día 23 de Abril, cuando el cartero me despertó. Yo soy Clara, una niña de 16 años, morena, alta y con unos pequeños ojos de color verde.
            Me fijé el paquete, era de tamaño… mm, no muy grande. Lo abrí impacientemente, pues ponía en el remite el nombre de mi padre. Dentro había una carta, y el sombrero de explorador que utiliza siempre mi padre. Me pregunté que qué pondría en la carta, así que, sin pensármelo dos veces, la abrí.
             -¡Oh, no!, no puede ser, dije. La carta decía que mi padre… estaba muy enfermo. También ponía que yo debería sustituir a mi padre en su empleo.
             Mi padre trabaja en África, en un colegio muy muy pobre. Se mudó allí cuando mi madre  murió. Desde entonces vivo con mi abuela.
            Cuando acabé de leer la carta fui a secarme las lágrimas, y luego le di la noticia a mi abuela. Ella me dijo que lo mejor sería que yo fuera a trabajar allí.
            Eso hice. Rápidamente hice las maletas, me despedí de mi abuela, cogí un taxi, luego un avión, un autobús, y por fin, llegué al colegio.
            Me sorprendí , pues todos los niños , estaban sentados , aburridos y tristes. Me resultó raro, pues en el “cole”  siempre se está feliz, jugando con los compañeros .. y no aburridos.
            Entré en la escuela , y el director me enseñó todas las aulas. Casualmente me pusieron a trabajar en la clase donde estaba aquel grupo de niños que vi en la entrada.
            Empecé a dar clases , me presenté y dije muchas tonterías, pero nada, no se reían … entonces les pregunté a ellos que por qué estaban tan tristes y aburridos, y por qué no se divertían. Pero no respondieron.
            Pasaron los días, me di cuenta de el por qué. Allí, aunque no lo pareciese, los niños no tenían libertad . Ahora entendía por qué no jugaban en el recreo y no se reían con mis gracias. Entonces, quise ayudarles. Empecé a trabajar lo antes posible.
            Pensaba y pensaba, pero no se me ocurría nada.

            Al día siguiente fui a hablar con los profesores para ver si alguno sabía qué hacer, pues fue lo único que se me ocurrió. Ellos me dijeron que hablara con el director. Y eso hice. Pero él, no me hizo caso, decía que no opinaba lo mismo que yo.
            Fui a mi clase muy triste, pero como no quería que los niños se pusieran peor que siempre, antes de entrar, puse la sonrisa más real que pude. Entré, hice lo de todos las mañanas, les saludé y les conté un chiste. ¡Pero esta vez rieron! No entendía, pero… si cuento el mismo chiste todos los días, pensé. Entonces les pregunté que por qué se rieron.
            Para mi sorpresa, respondieron:
            -Ahora nosotros nos reímos, somos felices, pues nunca nadie se había preocupado tanto por nosotros. Gracias profesora.
            - Esas palabras me llegaron al corazón. Me di cuenta, que lo que de verdad necesitaban era Amor y Cariño.
           
            Llegó el último día, y yo me tenía que marchar, pues mi padre ya estaba mejor y podía volver. Antes de irme, jugué con los niños y me despedí de cada uno de ellos con un abrazo.
            Cuando llegué a mi casa, le conté todo a mi abuela. Se puso muy feliz.
                                                          Autora : Ana Cobano Jiménez, 6ºA . 12 años

    

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